lunes, 23 de febrero de 2015

Un merecido reconocimiento.

El café, o tinto, como se le conoce en nuestro medio, es la bebida nacional e internacional por excelencia de nosotros los alcohólicos anónimos.

Nadie lo decidió así, ni los pioneros, ni la Conferencia de Servicios Generales, ni la Reunión Mundial de Servicios, pero así lo impuso la costumbre y casi siempre un grupo de AA, surge y se desarrolla alrededor de una cafetera… Dicen algunos —aunque no es totalmente cierto—, que para comenzar un grupo todo lo que se requiere es un resentimiento y una cafetera.

Más abiertamente, en todas las épocas y en todo lugar, aunque con distintas costumbres, las personas se han sentado alrededor de una mesa a conversar y pasar un momento grato, mientras se toman una taza de café. Este acto, considerado tan mundano, en realidad puede ser trascendental...

Los salones de café han estado siempre presentes en gran parte de la historia y la cultura de los últimos siglos. Siendo lugar de encuentro de políticos, artistas y emprendedores, en este ámbito informal se gestan muchas de las grandes utopías artísticas, filosóficas y políticas de la modernidad; se conciben ideas innovadoras, se difunden las filosofías nacientes y se generan entrañables amistades basadas en el intercambio de ideas y la sana discusión.

La tertulia de café ha inspirado revoluciones, polémicas, amistades, encuentros y separaciones. En una mesa de café muchas veces se cierran millonarios contratos comerciales, nacen profundos romances, y se empiezan a recuperar vidas humanas. Alrededor de una taza de café, compartiendo con otros, especialmente con nuestros padrinos, consejeros o amigos, muchos de nosotros nos hemos iniciado o crecido en el programa de AA.

Una buena tinto servido después de la reunión, es un puente agradable para compartir, para conocernos más, para ayudarnos recíprocamente y disfrutar la alegría de sentir que se pertenece a algo; que formamos parte de una gran hermandad; que somos miembros de una Comunidad. Por eso a veces me duele al ver cómo muchos grupos, en nuestro medio, han acabado con la pos- reunión, sin dedicarle un buen rato a ese extraordinario compartir informal alrededor de una taza de café.

De allí que preparar el café y servirlo en las reuniones de AA, es para mí una de las actividades de enorme “importancia”, y se puede poner a la altura de muchos otros servicios, porque nada mejor que un buen tinto, bien servido, a la hora de compartir con otro.

En la Introducción al Manual de Servicios, Bill W., señaló en un artículo titulado “El Legado de Servicio de AA”: “…un servicio de AA es todo aquello que nos ayuda a llevar a alcanzar al alcohólico que todavía sufre, abarcando desde el Paso Doce en sí, una llamada telefónica y una taza de café, hasta la oficina de Servicios Generales de AA.”  (Subrayado mío)

Reconocimientos especiales de mi parte para aquel servidor que con tanto cariño, buen gusto y esmero, prepara el café, cuando nos reunimos para compartir experiencias, fortalezas y esperanzas.

óskareme


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