A veces sucede, inesperadamente…
Cuando me informaron sobre la muerte del compañero y amigo
Juancarlos Quevedo, por un infarto fulminante y con quien hacía media hora antes me había cruzado un par de
mensajes por wasap, había terminado de leer en la novela “La oculta”, precisamente
el aparte en donde Héctor Abad Fanciolince, el escritor, pone en boca de uno
sus personajes (Antonio, el homosexual), las siguientes palabras:
“A vece parece que lo más
importante sucede sin motivo y de repente, como caído del cielo, como una
avalancha que se desprende de una montaña y te arrastra. Muchas cosas son así,
bruscas y repentinas, pero como muchas otras no lo son, uno prefiere pensar que
todo es un proceso lento, con gestión y desarrollo. Así es lo que se construye,
casi siempre, arduo y lento, pero lo que se destruye, lo que se pierde, es cosa
de un segundo. Crear una vida humana se tarda, por lo menos, cinco minutos de
sexo, nueve meses de gestación, dos años de cuidados intensivos y luego 20 años
para formar una persona hecha y derecha. La muerte, en cambio, muchas veces nos
llega como un rayo, como un balazo, como un huracán, como un infarto
fulminante. Solo si uno se muere en la vejez la muerte parece que fuera el
resultado de un trabajo de días y de años, de un desgaste constante y
paulatino, gota que horadada la piedra o la polilla que atraviesa de lado a
lado un diccionario. Uno puede morirse de a poquitos —y eso es lo más normal—,
pero también de repente como fulminado por un rayo, como un relámpago en un
cielo despejado, como una tormenta de esas que no avisan. Un árbol que ha
crecido durante dos siglos puede ser derribado en dos minutos de motosierra.” (págs 311/312)
óskareme
Buenos días.
ResponderEliminarNo conocí al compañero, pero igualmente me uno al sentimiento de dolor, que hoy tiene su familia y nuestra Comunidad.