lunes, 6 de septiembre de 2021

 



SAN  MATT TALBOT

 

 

Muy joven todavía, un obrero auxiliar de Dublín, llamado Mateo Talbot (Matt), empezó a beber y parecía que pronto sería una víctima más del alcoholismo. Aunque todas las mañanas, al despertarse de su borrachera, sentía una infinita vergüenza ante Dios y ante el mundo por su falta de carácter, y aunque su madre le rogaba casi de rodillas que cambiase su vida, todos los días de pago en su trabajo olvidaba sus promesas y buenas intenciones, llegando a vender cuanto llevaba encima para satisfacer su necesidad imperiosa. No era ninguna pena o sufrimiento especial lo que lo impulsaba hacia la cantina, sino una obsesión y absoluta carencia de voluntad para parar de beber.

 

A pesar de su pobreza, era un muchacho alegre que mantenía en alto su fe y, cuando no estaba borracho, sus padres no tenían por qué avergonzarse de él. Hasta que cierto día, repentinamente, cuando ya había cumplido 24 años de edad y se le notaban los signos inconfundibles del bebedor, arrojó el vaso de licor por una ventana y juró que no volvería a beber ni una gota de alcohol, que lo mantuvo atado desde los 15 años de edad.  

 

Jamás confió a nadie la causa de esta repentina decisión; se llevó el secreto a la tumba. Las causas de su transformación, aparentemente, no fueron ni un sentimiento de hastío o repugnancia, ni el temor natural a la ruina corporal, sino más bien se originó por un profundo movimiento de la gracia de Dios, una gracia que aún no se apagaba en su alma.

 

Ante un sacerdote Matt Talbot juró renunciar en lo futuro al alcohol. No se fió de sus propias fuerzas, sino que, con la bendición de la Iglesia, con la fuerza del Señor, quiso emprender la lucha contra sus malas inclinaciones y resistió con heroísmo. Sin hacer caso a las burlas de los compañeros, dejaba pasar la botella si se la ofrecían. Sin embargo, esa renuncia de ninguna manera le pareció una penitencia suficiente para expiar el pecado que lo había dominado durante diez largos años.

 

Dejó de fumar, prescindió de la comida completa del mediodía y vivía rigurosamente, como un ermitaño. Se conformaba con pocas horas de sueño después de sus diez horas de trabajo. Al estilo de los penitentes medievales, llevaba una cadena bajo la ropa de trabajo. Su jornada comenzaba a las dos de la madrugada.

 

De rodillas oraba hasta que las campanas llamaban a misa; después de escucharla se presentaba entre los primeros a la obra. A la hora del almuerzo se retiraba a una choza para proseguir sus rezos sin que lo vieran. Durante muchas noches cuidaba a algún amigo enfermo o leía libros religiosos. Todo lo que logró ahorrar de su escaso salario se lo pasó a cuatro seminaristas de la misión en China, para sus estudios.


Nadie sabía de sus penitencias y de sus sacrificios voluntarios. Durante cuarenta años sólo fue uno más en la fila gris de los obreros que, al amanecer, marchaban por las calles de Dublín rumbo a su pesado trabajo, para regresar agotados al anochecer.


El 7de junio de 1925 Matt Talbot, ya de 70 años, cayó desmayado en plena calle. Murió allí mismo, antes de que una mano solícita lo pudiese ayudar. A raíz de su muerte se manifestó la santidad oculta de este hombre sencillo, que había comprendido la palabra del Señor. El Papa Juan Pablo II lo declaró Venerable en 1994, y hoy está en la etapa final de su proceso de beatificación. Se lo considera el patrono de los alcohólicos recuperados. Su festividad se celebra el 7 de junio.

 

 Tomado de Internet

Texto adaptado por óskareme



1 comentario:

  1. Como muchas otras cosas que aún desconozco, esta del Patrono de los alcohólicos recuperados, si me sorprendió. Gracias Oscar.

    ResponderEliminar