domingo, 1 de marzo de 2015

Individuo y grupo

Existe un viejo proverbio que dice, “Dime con quién andas y te diré quién eres.” La actitud y el comportamiento de muchas personas, incluidos también muchos alcohólicos, está estrechamente relacionado con el decir y el hacer de otros, a quienes suelen servir de compañía, y se da precisamente entre aquellos que no han desarrollado suficiente conciencia, en nuestro caso, conciencia de ellos mismos, conciencia del programa, y conciencia de Dios; de sus responsabilidades, de sus compromisos, de sus derechos y deberes. Entonces se convierten en copias de los demás, en correveidiles, en simples mensajeros, como los llama el programa; o en “perritos falderos, “lambones” y “arrodillados”, como se les identifica coloquialmente.

¿Se imaginan este tipo de personas en los servicios generales? (Y los tenemos) ¿Tomando decisiones y votando en la Conferencia? (Y los tenemos) Y escondiendo sus yerros y equivocaciones detrás del famoso, confuso y equivocado “derecho a equivocarse”; o disfrazándolo con el manido “es que yo fui elegido por la conciencia de grupo”, sin saber exactamente de qué se trata y cómo se conforma una debida conciencia grupal?

Está comprobado que hay muchas personas que no son capaces de hacer SOLAS, lo que en otras ocasiones hacen cuando están acompañadas. Cuando se ven reunidas en grupos o en manadas, se sienten estimuladas, animadas, impulsadas a proceder como actúan las demás, asaltando la razón, el buen sentido y hasta el respeto por los demás. Y después, a solas, y cuando tienen algún rasgo de sinceridad y de humildad, empiezan a arrepentirse y a justificarse señalando “que no sabían por qué causas habían procedido de esa manera”.

Pero es fácil advertir que ellos actuaron así movidos por la fuerza del emocionalismo y la irracionalidad, por la IGNORANCIA, por la  incapacidad de controlarse, o por tratar de mostrarse, de hacerse sentir, de hacerse célebres, porque no fueron capaces de pensar y hacer por sí mismos, sino de la forma en cómo piensan y actúan los demás. ¿Han observado a las adolescentes llorando y gritando; pataleando y revolcándose en un concierto en vivo de su cantante preferido, lo que no harían nunca en sus casas escuchándolo en la radio o en la televisión? O ¿a las barras frenéticas en un estadio de fútbol, actuando de manera en como nunca lo harían solos, viéndo el partido por televisión o escuchándolo por radio? ¡Así se mueven muchos en AA., cuando se juntan con otros!

Cualquier grupo de personas o de alcohólicos cuya mayoría no tiene la más mínima idea de lo que van a hacer o decidir, sin compromiso ni responsabilidad, y de escasos recursos morales, que no dan buen ejemplo de vida ni del programa, no pueden alcanzar a conformar una debida conciencia de grupo, a través de la cual Dios pueda manifestarse. Así, cuando alguien con estas características acude a un evento multiparticipativo, como un congreso o una convención, actúa y se desenvuelve igual que cuando va al estadio, a un mitin político, o a un concierto rock; se vuelve copia, remedo de otros, se pierden entre la masa.

“Para un hombre o mujer que ha experimentado un despertar espiritual, el significado más importante que tiene es que ahora puede hacer sentir y creer aquello que antes, con sus propios recursos y sin ayuda, no podía hacer. Se le ha concedido un don que le produce un nuevo estado de conciencia y una nueva forma de ser. Se encuentra en un camino que le indica que le llevara a un destino seguro, que la vida no es un callejón sin salida, ni algo que habrá de soportar o dominar. Ha sido realmente transformado, porque se ha aferrado a una fuente de fortaleza de la que antes, de una u otra manera, se había privado”. (Paso 12) .

Y esa fuente de fortaleza no proviene de los demás, incluso ni de aquellos que consideramos “personajes importantes”, porque están figurando en los cuadros de mayor responsabilidad en los servicios generales. Ni tampoco de nuestros padrinos, a los cuales a veces les adjudicamos tanto crédito, más por la dependencia que nos generan que por la orientación misma que recibimos de ellos. Por lo tanto la fórmula para no convertirnos en marionetas, en el remedo o la fiel copia de lo que piensan, aprueban o hacen los demás, se localiza en el trabajo serio y honrado con Los Doce Pasos.

“Conforme estemos a depender de un Poder Superior, somos de hecho más libres. Por lo tanto, la dependencia, tal como se practica en AA, realmente significa lograr la verdadera libertad del espíritu.” (Doce y Doce).


óskareme

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