EL CLUB DE LOS JACOBINOS
Cuando
empezó a buscarse un nombre para nuestra Comunidad, o mejor para el libro texto
básico, después de terminado el borrador en 1939, varios de los primeros
alcohólicos propusieron que se llamará “El Club de los Jacobinos”. ¿Por qué este
nombre y en dónde se originó?
De
todos es sabido que Alcohólicos Anónimos no es una religión, ni está afiliada a
ninguna de ellas, mucho menos ha pretendido ser una nueva corriente religiosa
en el mundo. No obstante, sus principios contienen una poderosa fuerza
espiritual extraída de textos religiosos, especialmente cristianos, como la
Biblia, según puede deducirse y comprobarse por los escritos de los pioneros y
cofundadores.
El
cofundador de AA en su libro biográfico, “El Dr. Bob y los buenos veteranos”,
manifestó que cuando no existían los Doce Pasos, y los historiales que
compartían no tenían ningún mensaje importante que llevar, ellos estaban
seguros que las respuestas a sus problemas las encontraban en el “Libro Bueno”,
como cariñosamente llamaba a la Biblia.
“Para
algunos de nosotros, los más antiguos, las partes que encontramos absolutamente
esenciales fueron el Sermón del Monte, el Capitulo 13 de la Primera Carta a los
Corintios y la Epístola de Santiago”, señala el médico cofundador en el libro
antes mencionado.
Las
lecturas de estos apartes al inicio de las reuniones, se convirtieron en una
costumbre y servían de introducción al compartir de los primeros miembros,
algunos de los cuales tenían una marcada preferencia por la Epístola Universal
de Santiago, que encontramos en el Nuevo Testamento.
Este
tema de Santiago trata sobre aspectos referentes a la fe, tema igualmente
ventilado en nuestro Paso Dos. De allí se extrajo aquella famosa sentencia de
que “La fe sin obras es letra muerta”
(2:20), y considera un aspecto bastante significativo al advertir: “Pero alguno
dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras y yo te
mostraré mi fe, por mis obras”. (2:18)
De
Santiago fue tomado el término “el Padre
de las luces” y en su Epístola trata igualmente el tema de la oración, que
ya todos sabemos es asunto de nuestro Paso Once: “Y si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no
zahiere; y le será dada. Pero pida en fe, no dudando nada; porque el que duda
es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una
parte a otra”. (1:2,3)
Un
punto de interés en la Epístola de Santiago, que podríamos aplicarnos nosotros
dentro de AA, y concerniente con la atención y el recibimiento que le damos a
los recién llegados, es el que tiene que ver con el siguiente aparte: “...si en
vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro, y de preciosa ropa, y
también entra un pobre con vestidura vil, y tuviereis respeto al que trae la
vestidura preciosa, y le dijereis: Siéntate tú aquí en buen lugar; y dijereis
al pobre: Estate tú allí en pie; o siéntate aquí debajo...” (2:2,3). Bueno, al
respecto, cada uno sabrá sacar sus propias conclusiones de este punto que tiene
tanto que ver con nuestro Paso Doce.
Trata
también sobre la murmuración que ya podemos distinguir como uno de los mayores
problemas que afectan la unidad del grupo, y advierte que las personas que
pueden dominar la lengua pueden también dominar el resto de su cuerpo. “He aquí
que nosotros ponemos frenos en las bocas de los caballos para que nos
obedezcan, y gobernamos todo el cuerpo”. (3:3) Así también nuestra lengua es un
pequeño miembro ¡pero cuánto daño puede hacer! Basta una simple chispa para hacer
arder un inmenso bosque. Pero ningún
hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado; llena
de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a
los hombres, los cuales son hechos a semejanza de Dios”. (3:8,9)
En
el Capítulo 5, en sus versículos 13 hasta el final, Santiago nuevamente se
refiere a temas tratados por nuestros Pasos Cinco y Once: “Confesad vuestras
faltas unos a otros y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos: la
oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.” (5:16) “Sepa el que
hubiere hecho convertir al pecador (léase aquí, si se quiere, al alcohólico) del
error de su camino, salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”.
(5:20)
Para
finalizar estos comentarios sobre la Epístola de Santiago que tanto influyó en
nuestro programa de AA, reflexionemos un poco acerca de lo que nos dice sobre
el pecado, falta o error, o como se quiera denominar: “El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace”.
(4:17)
Estas
eran las lecturas que abrían las reuniones de los primeros alcohólicos cuando
no existía literatura oficial de AA. Había otras, pero para un buen sector de
los pioneros la favorita era la Epístola de Santiago, cuyo nombre original era
Jacobo, hijo de Zebedeo, pescadores ambos, quienes un día cualquiera, cuando
remendaba sus redes a la orilla del mar, pasó Jesús y les dijo: “Venid conmigo
y os haré pescadores de hombres.” (Mateo, 19:20).
Por eso, un grupo de los primeros alcohólicos, cuando se buscó un nombre para nuestra Comunidad, propusieron que se llamara “El Club de los Jacobinos”. Aunque no se aprobó, el espíritu del apóstol Santiago, fue recogido y quedó grabado para siempre en el corazón de nuestro Programa de recuperación.
óskareme
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